Queridos egresados, señoras y señores:
Finalmente ha llegado este momento, como siempre, años tras año y tan distinto cada vez.
Justamente. Toda escuela se debate en una tensión muy suya: por un lado homogeneizar (objetivos, contenidos, cronogramas, horarios, uniformes) y por el otro rescatar y poner en acto los valores y capacidades individuales de cada uno de los alumnos que concurren a ella y, por qué no, de sus docentes.
La mayoría de ustedes encarará una carrera universitaria o terciaria: habrá otros cronogramas, otros objetivos, otros contenidos pero estoy seguro que extrañarán todo lo que puso y pone en juego esta escuela para considerarlos y tratarlos como individuos.
Comienzan caminos divergentes para aquellos que compartieron el curso, el banco, durante años. Por fin estudiarán sólo lo que les gusta, aunque en ámbitos más impersonales, a veces más hostiles, pero al mismo tiempo más estimulantes. Necesitarán aprender y saber, para luego ejercer y trabajar. Qué terrible. Qué bueno.
Por fin adiós a las anacrónicas e incomprensibles hojas Rivadavia. De golpe, estarán en un lugar donde “ellos” no saben cómo se llaman y quiénes son ustedes.
Avanzarán más rápidamente y con más autonomía en eso de perfilar quiénes son, qué quieren para ustedes, para los que aman y para los demás.
Me tocó acompañarlos nada menos que durante tres años, tratando de mantenerme en ese delicado y asimétrico lugar del docente: ni amigo, ni compañero, ni padre, sino docente. Hablando. Gritando. Callando. Escuchando . Desde una materia difícil y con la osada pretensión de que aprendieran y sobre todo pensaran. Tres años con aquellos que fueron construyendo su historia escolar y su personalidad desde la aplicación y la autoexigencia o desde la protesta, o desde la búsqueda o desde otros miles de lugares; todos atendibles; todos especiales. Tres años enseñando y aprendiendo de ustedes.
Valoro el afecto mutuo que supimos construir pero no quiero dejar de lado todo lo que aprendieron, rescatando el conocimiento como un valor y que lo que haya anidado de él en ustedes, termine de florecer en las etapas por venir.
Y sí. Los bancos ya les quedaban chicos, literalmente. Bastaba ver a los gigantes de 5ºB. Es hora de irse, a una universidad privada donde habrá ecos, aún, de lo escolar o a una estatal donde serán uno en un millón, pero atravesados por la realidad. Cada uno de ustedes ya eligió su desafío. Lo mantendrán o lo cambiarán por otro aún mejor.
Y como cada año, en esta ceremonia repetida y única, chicos, me resta desearles lo fundamental: la realización de sus deseos y de sus proyectos. Nada menos que la felicidad.
Buenas noches.
Daniel, no quería dejar de agradecerte por todo lo que me ayudaste durante estos años que te tuve como profe; gracias por tus palabras del día de la entrega de diplomas y por la buena voluntad de siempre.
ResponderEliminarSaludos!
Luciana, 5to "A" (va, ya no jaja)
Luciana. Qué puedo decir. Una persona que reune una calidad humana y un desempeño académico excepcionales, algo así como el sueño del profesor.
ResponderEliminarEl mérito fue (es) básicamente tuyo y en esa capacidad, ese tesón, esa humildad, que va más allá de los profesores -que te pueden ayudar (acompañar, diría yo) más o menos- reside y residirá tu fortaleza y tu sello.
Aprecio enormemente esta devolución que me hacés y te deseo lo mejor, en la medicina y en la vida.
Saludos y a disfrutar de las vacaciones!
Daniel.